jueves, 23 de octubre de 2014

No te vayas.

Amor mío; mientras duermes a mi lado, derrotado, te observo con adoración: tu respiración tranquila, tus párpados cerrados con dulzura, tu pecho inflarse y desinflarse con pesambre y tu cuerpo desnudo a la luz de una lámpara que tintinea. Observo con adoración, sin caer en la locura, tus labios carnosos que hace unos momentos descansaban sobre los míos, tus manos relajadas, que han descubiertos lugares ocultos de mi cuerpo, haciéndome sentir la mujer más afortunada del mundo. Imagino tu lengua, que ha surcado mis curvas con amor, dibujando en mi espalda pasiones secretas que se quedarán marcada para siempre. Tus dientes, duros y fríos, que han mordido mis labios infinitas veces... y que así sea, para siempre.

Desesperada y en un suspiro, acaricio tu espalda, deseando que vuelva a quedar invisible entre los dos y escribo mi nombre, tu nombre, en mayúsculas; ¡qué declaración de amor tan infantil y anticuada! Pero la ocasión lo merece, ¿no crees, cariño?

Un escalofrío. Detengo mi mano. Despacio y sin abrir los ojos, te giras y quedas boca arriba. El mundo se me cae a los pies, al tenerlo todo al alcance de mi mano pero temerosa de despertarte. Qué mágica y sabia es la naturaleza, que me da el don del insomnio y me regala un cuerpo perfecto desprotegido para que cuide.

Vuelves a suspirar y sonríes. Mis mejillas se encienden, ¿qué pensamiento habrá tenido? ¿Será conmigo, con nosotros hace unos momentos, mientras nos fundíamos en uno para no querer separarnos jamás? Daría mi más preciado tesoro, mi recuerdo más querido por poder adivinar lo que piensas, por un segundo, mientras sigues respirando a mi lado tranquilamente, ajeno al torrente de emociones que despiertas en mi interior. ¿Amor? ¿Deseo, quizás? Una mezcla perfecta de los dos, que me hace querer despertarte en este mismo segundo para escuchar tu risa, tu voz y sus jadeos. En mi cuello, por favor.

 ¿Qué me harías, si ahora, me pusiera a horcajadas encima de ti y te besara la frente, las mejillas, los párpados, tus perfectos lóbulos, tu mentón, la nariz y por último tus labios? ¿Qué terribles cosas, oh amor mío, serías capaz de hacerme si te acaricio tu pecho con deseo, mientras te miro a tus ojos bicolores ardientes y me muerdo el labio con lujuria?

Despacio, me incorporo y echo un último vistazo a la fuente de mis deseos y pesadillas, subiendo por un abdomen perfecto para largas cabezadas, un pecho firme, un cuello imposible de dejar de besar y una cara que me acompañará en mis mejores sueños. Si, era perfecto, pero como ocurre en las mejores historias de amor, la perfección no es recíproca.


Es muy pronto para un final feliz.


Me levanto, me visto despacio, dando la espalda al pasado. Desapareceré para siempre.

- ¿A dónde vas?

Miro a mi espalda con cuidado. Una voz ronca, en susurros, me ha preguntado. Con la cabeza levantada y mientras se frota los ojos, me mira con interés mientras bosteza por segunda vez. Su cuerpo moreno y menudo esperan. Me aclaro la garganta.

- A ningún sitio.

Sonríe y dándome la espalda, vuelve a dormirse.
Abro la puerta de la habitación sin mirar por última vez y huyo, despavorida, del dolor más grande que una persona te puede dar.


Not happy ending yet.


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