miércoles, 12 de noviembre de 2014

He decidido tirarme a la piscina




"Si te engañan una vez, es culpa suya. 
Si te engañan dos veces, es tu culpa."

¿Por qué?
¿Por qué es mi culpa decidir confiar en la gente?
¿Por qué debo ser yo la culpable si la confianza es un regalo, no algo que haya que buscar?

Confiar puede ser complicado para mucha gente, pero no para mi. Yo siempre he querido ser una persona que confía, por mucho que pensaba en la desconfianza. Confiaba y ciegamente. Y sigo confiando, por más golpes que dé la vida, por más mentiras que te escupan en la cara, por miradas falsas, por sonrisas todavía más falsas y por acciones que no se pueden ni llegar a catalogar.

Desconfiar es muy fácil, todo el mundo puede hacerlo. Desconfiar es tan sencillo que nace cuando crecemos, por ello, yo confío. Porque los niños confían y ellos son los más sabios. Confío porque "el hombre es bueno por naturaleza", gracias Rousseau.

Confío porque quiero ser diferente, porque creo sinceramente que confiando en otro puedo ser feliz.

Confío porque me sale solo. No puedo evitar confiar en ti. ¿Qué motivos puedes tener para engañarme? ¿Por qué? Si tienes una respuesta a esta pregunta, dímelo.


"Si te engañan una vez, es culpa suya.
Si te engañan dos veces, es culpa suya.
Si te engañan tres veces, es culpa suya.
Si te engañan cuatro veces, es culpa suya.
Y así, sucesivamente."


Pero quiero ser feliz.
Por ello, quiero aprender a desconfiar, a no creerme lo que me digan, a juzgar por una mirada y una sonrisa, a poner buena cara cuando en realidad no me creo nada. Quiero ser feliz, huir de esa confianza que solo da disgustos, lloros y llantos. Quiero desconfiar de un beso, de un abrazo, de una palmada en el hombro, de un "quédate", de un brillo en la mirada, de un sentimiento y de un "esto no es un adiós".

¿Alguien se ofrece voluntario a acabar con la inocencia para entrar en la vida adulta de la desconfianza?


lunes, 10 de noviembre de 2014

¿A qué esperas, muñeca?

Oída, odiada, aguantada, significativa, dolorosa. 





Todos hemos soportado esa frase en nuestros peores momentos, cuando no podíamos levantar cabeza.  Famosa, pero cierta. Inevitable.

"No esperes nada"

Todo el que haya sufrido mínimamente, la habrá escuchado. De alguien cercano, un amigo. "Si no esperas nada, no sufres". Inevitable, pero por desgracia tiene razón. Quien nada espera, nada sufre.
Esperar, esperar, esperar... ¿a qué esperas? Espera sentada. El que espera, desespera. Qué horrible es esperar.

Es inevitable que te espere, como espero que amanezca pues vivimos esperando a todo.
Esperamos respirar al salir del agua.
Esperamos un mejor momento.
Esperamos un mejor trabajo.
Esperamos un amor.
Esperamos que termine la crisis.
Esperamos un abrazo.
Esperamos esa nota definitiva que te puede abrir las puertas a un futuro incierto.
Esperamos poder sonreír cuando pase la tormenta.
Esperamos al sol. A las estrellas. Al calor, al frío.
Esperamos soñar cada noche y despertar cada día.
Te espero.

Esperamos que ocurran cosas en nuestra vida, vivimos esperando y esto nos paraliza pero nos da esperanza. Pensar que las cosas irán a mejor, esperarlo, da esperanza. Mientras vives una realidad de mierda pero cómo somos de osados, que esperamos que mejore.

Nacimos esperando. Esperando a la muerte.

Entonces, ¿por qué odio esperarte y saber que no vas a llegar?
Fácil: costumbre.



Tengo un problema: espero demasiado de la gente pero odio esperar.

Quien no espera, es manzana.
Espezanza Gracia, Esperanza Aguirre.