lunes, 10 de noviembre de 2014

¿A qué esperas, muñeca?

Oída, odiada, aguantada, significativa, dolorosa. 





Todos hemos soportado esa frase en nuestros peores momentos, cuando no podíamos levantar cabeza.  Famosa, pero cierta. Inevitable.

"No esperes nada"

Todo el que haya sufrido mínimamente, la habrá escuchado. De alguien cercano, un amigo. "Si no esperas nada, no sufres". Inevitable, pero por desgracia tiene razón. Quien nada espera, nada sufre.
Esperar, esperar, esperar... ¿a qué esperas? Espera sentada. El que espera, desespera. Qué horrible es esperar.

Es inevitable que te espere, como espero que amanezca pues vivimos esperando a todo.
Esperamos respirar al salir del agua.
Esperamos un mejor momento.
Esperamos un mejor trabajo.
Esperamos un amor.
Esperamos que termine la crisis.
Esperamos un abrazo.
Esperamos esa nota definitiva que te puede abrir las puertas a un futuro incierto.
Esperamos poder sonreír cuando pase la tormenta.
Esperamos al sol. A las estrellas. Al calor, al frío.
Esperamos soñar cada noche y despertar cada día.
Te espero.

Esperamos que ocurran cosas en nuestra vida, vivimos esperando y esto nos paraliza pero nos da esperanza. Pensar que las cosas irán a mejor, esperarlo, da esperanza. Mientras vives una realidad de mierda pero cómo somos de osados, que esperamos que mejore.

Nacimos esperando. Esperando a la muerte.

Entonces, ¿por qué odio esperarte y saber que no vas a llegar?
Fácil: costumbre.



Tengo un problema: espero demasiado de la gente pero odio esperar.

Quien no espera, es manzana.
Espezanza Gracia, Esperanza Aguirre.

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